viernes, 26 de febrero de 2010

No todos los hombres son iguales

Se diferencian por su carácter.
©Marta BalbiLos mayas emplean una muy adecuada metáfora para describir la idiosincracia ideal de su gente.
Diferencian a los hombres de barro, débiles, inhábiles, depresivos, blandos, sin agilidad, sin fuerza; los que se caen, se dejan vencer, están aguados, no tienen comprensión, tienen velada la vista, no pueden ver hacia atrás.
En principio hablan, pero no tienen entendimiento. Rápidamente se humedece su carácter, y no se pueden sostener.
Otros son hombres de madera; hablan y conversan, se parecen al hombre, hablan como el hombre y pueblan la superficie de la tierra, se multiplican; tienen hijas e hijos, también de palo; pero no tienen alma ni entendimiento; no se acuerdan de sus deberes; no poseen respeto ni reverencias, caminan sin rumbo y no andan erguidos.
Como no se acuerdan de sus deberes caen en desgracia.
Ellos son solamente un ensayo, un intento de ser hombres. Hablan al principio, pero su cara está enjuta; sus pies y sus manos no tienen consistencia; no tienen sangre ni substancia ni humedad ni musculatura; no tienen entusiasmos ni pasiones, se quejan, no saben adónde ir ni qué hacer (tienen secos sus pies y sus manos), y amarillas son sus carnes.
No piensan en sus Creadores ni en sus Formadores; en lo que les da el ser y cuida de ellos. También en gran número se extienden sobre la faz de la tierra.

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