El amanecer de la civilización acontece por educación, por cultura, por vergüenza de si mismos; cuando la gente sustenta, nutre, cuando se afana para que sus hijos sean esclarecidos,y cuando se comportan como vasallos del dharma.
Para que eso ocurra es una condición imprescindible el habitar una tierra hermosa, fértil, rica en frutos, y es necesario dejar que los animales produzcan la fecundación de las plantas según es su tarea.
Y así encontrarán la comida y ésta será la que nutra al hombre verdadero.
Al hombre verdadero se lo reconoce porque es naturalmente fuerte (no un brabucón), es alegre, entusiasta, pleno de energía, respetuoso y agradecido con los elementos que lo sustentan.
El pueblo maya cumplió con estas condiciones, encontró una tierra generosa, Paxil y Cayalá; esto los llenó de alegría. Descubrieron hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas y abundante también en pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos y miel. Abundancia de sabrosos alimentos había en aquel lugar.
Había alimentos de todas clases, alimentos pequeños y grandes, plantas pequeñas y plantas grandes. Los animales enseñaron el camino. Y moliendo entonces las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas hicieron nueve bebidas, y de este alimento provinieron la fuerza y la gordura y con él crearon los músculos y el vigor de la verdadera gente.
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